12 Como ni él mismo podía soportar su propio hedor, decía: «Justo es
estar sumiso a Dios y que un mortal no pretenda igualarse a la divinidad.»
13 Pero aquel malvado rogaba al Soberano de quien ya no alcanzaría
misericordia, prometiendo
14 que declararía libre la ciudad santa, a la que se había dirigido antes
a toda prisa para arrasarla y transformarla en fosa común,
15 que equipararía con los atenienses a todos aquellos judíos que
había considerado dignos, no de una sepultura, sino de ser arrojados con sus
niños como pasto a las fieras;